Siempre me ha gustado retratarme de espaldas, porque se pueden ver otras cosas que casi nunca se ven y que de igual manera nos identifican. Y así estoy. Sigo Azul, a veces Violeta, a veces Verde. Cargando mis collares: Elewá que llegó a mis manos de sorpresa. Un cruce de caminos ha hecho que la vida sea tan dolorosa y bella a la vez. También me acompañan semillas del Amazonas, con mis nuevos collares huicholes. Una coleta y una trenza. Dos representaciones de colmillos de elefante: uno negro y otro blanco. Un corazón agitado, volando y aterrizando constantemente. Unas manos que pintan y que escriben. Que lavan, que cuidan, que se agrietan y se secan, manos sin azúcar o con hiperglucemia. Manos que acarician, que sostienen, que abrazan. Manos heridas, manos morenas. Manos preparadas para volar pronto, dejando corazones remendados, rotos y enteros, sanos y salvos. Manos que extrañan, que quieren, que aman.
Foto: A.Metztli.
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