jueves, abril 02, 2020

12 años con bomba de insulina

Hoy cumplo 12 años conectada a una bomba de insulina. Sigo sin saber cómo celebrar estas cosas de la diabetes, solo a veces me apetece escribir sobre algo que me acompaña las 24 horas desde hace casi 34 años. Esta primavera me tocaría cambio de modelo (azul, violeta, rosa, ¿?) pero algo llamado coronavirus nos tiene más que en stand by.   


Quiero darle visibilidad desde mi aparente "vida normal" que me obliga a llevar 20 días de encierro que aún no acaba. Debo de admitir que después de tanto tiempo con nervios, mareos, llantos, miedos, picores y dolores, a veces me siento muy bien cuando el pinchazo va como si nada y "lo disfruto". Aunque lo que más me gusta de todo es desconectarla, sumergirme en el agua y soñar otras realidades... será mi espíritu rebelde. La cuarentena por covid-19 no me permite dar baños de bosque ni de mar, así que no me queda de otra, que refugiarme en los recuerdos e imaginar nuevos planes de futuro incierto.


A veces los reservorios no hacen click, y el catéter tampoco, aquel que te pinchaste para cruzar el Atlántico, se mueve con la ropa, vuelas trepada glucémicamente, le pides mucha agua a las azafatas y poco a poco todo se va regulando. Voy cargada en cualquier viaje, y si es transoceánico más aún, llenando el equipaje de por si acasos, que solo ocupan física y mentalmente. 

 

Otras veces al catéter pinchado le brota sangre de repente, y tu supuesta vida normal se detiene porque una pieza de plástico reclama atención urgente. Por suerte, estas sorpresas son escasas y las llevo cada vez mejor (lo siento quien esté viendo esto y les dé cosa verlo, pero es parte de vivir con Diabetes Mellitus Tipo1; ésto y otros temas de los que todavía nunca hablé).


Es importantísimo rotar las zonas de pinchazo, para evitar males derivados por ello. Sí, nos la pasamos sabiendo e intentando evitar esto, lo otro y lo otro, pero como canta Carlos Méndez "... No somos dioses, hoy aquí no hay más ná..." y a veces hay que pasar un poco.

  
Esa pieza azul sobre el catéter esconde la aguja con la que queda clavado, luego se retira cuidadosamente, se va despegando el catéter usado y te quedan esos circulitos sobre la piel, que el catéter y "la vida normal" fueron marcando durante 3 días. Esos 3 días que son mi medida de tiempo, no "ya contarás por semanas" como alguna vez tuve que oír por eso de ser mujer.



Estos son los residuos que genero cada 3 días. Sí, no es compatible con ser zero waste, pero lo hago lo mejor que puedo reciclando al máximo.


Gracias al mejor enfermero y a quienes me escucháis desde siempre y no os da rollo todo esto. Como le dije a mi madre cuando fui diagnosticada en los 80's, ya sé que "hay cosas peores" pero la inocencia de una niña no imaginaba que con el paso del tiempo, acabaría asimilando la vida conectada a una máquina con pila y alarmas varias, que sabe leerla al revés, sin contar la decena de pinchazos diarios en los dedos, los alucinantes cambios de sensibilidades glucémicas, la importancia de la alimentación (que no tiene nada que ver con esa desalmada fotocopia de la nutricionista calculadora de carbohidratos), las contracturas mentales, las rutinarias visitas médicas y la autodisciplina. Pero aún así es compatible con ser feliz, seguir soñando y que esos locos sueños se cumplan.


Fotos: Marthazul y A.Metztli


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