domingo, julio 29, 2007

"Sin Abuelo" (3 meses después)

Sí, ya hace 3 meses que mi Abuelo dejó su mal-respirar. Exactamente fue un sábado 28 de abril cuando lo acompañamos en su último viaje juntos. Y hoy, sábado 28 de julio, he vuelto donde lo dejamos (supuestamente) descansando. No había querido volver a recordarlo allí (por eso hay quien dice que no me importa nada). Pero hoy tuve que ir: y siguen sin gustarme esas maneras de... Porque me vuelven de piedra, como casi todo lo que se ve en esos lugares, con flores ácidas y perdidas al aire. Hoy destacaría que el sol pegaba tan fuerte que las ramitas que tocaban el mármol se quemaron, y pasaron del verde al marrón en cuestión de minutos. Tuve que oir: "Qué pena que se quemen las flores así, es que le da el sol todo el santo día". Y respondí: "No importa, porque al Abuelo le encantaba el sol, y era el primero en lucir su moreno de playa tumbado mil horas sobre sus rocas queridas y apartadas"
 
 
Desde su muerte cambiaron muchas cosas (quizá demasiadas; más de las que a él le hubiesen gustado). A veces me lo imagino moviendo la cabeza y hablándole a "esedios que dín que existe" desde su sofá con las manos cruzadas sobre su bata siempre gastada.

Me intriga cómo se tomaría él el supuesto desastre dramático que sin querer (por querer, por dejar de querer, por tener otra forma de querer...) he provocado.

Lo único que sé es que me acompaña más que nunca. Paso muchas más horas cerca del cuadro que le pinté, y veo en mi mesilla, junto a su reloj, una de las últimas fotos que le tomó Elizabeth, donde está sonriendo. Lo veo más veces, me ve y me escucha. Lo siento muy aquí en mi nueva habitación provisional: la roja y gris. A juego con los colores de su bata.

De las paredes azules a las rojas... eso duele (pero lo que no mata me fortalece). Me protegen la manta blanca de manchas negras, y los dos corazones rojos (que guardan un sobre de sueños para invocar a la magia). El rojo me da el dolor de la sangre, pero me hace sentir más viva que nunca. Estoy con mi soledad gris. Pero también me acompaña una ausencia blancazul (presente las 38 horas del día)...

...Y antes de apagar la luz: miro esas manos que siempre me conmueven llenándome de tiernos recuerdos, y para compensar la debilidad de cada día me regala la fuerza que brota de sus venas.

Abuelo, comenzaste a existir en mi memoria... y aquí sigues.

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