El clima tampoco ayudó para esto... Pero los que estábamos nos quedamos encantados con el primer espectáculo fogoso de la dulce y arriesgada Quy Lan. Sí, se colgó de uno de los tremendos árboles de la Plaza Ravella. De su cuerpo colgaban hilos que casi llegaban al suelo, y que los espectadores teníamos que ir prendiendo. Durante los preparativos de la acción se oía parte del proyecto sonoro de Roberto Castro (Identidad y Memoria), y mientras ascendía el fuego hacia su cuerpo se escuchaba una canción para la Mujer de Fuego, que nos trasportaba a otra atmósfera ( una noche muy fría, el parque sin luz artificial, música en la calle, sorpresa para los caminantes que preguntaban qué pasaba, fuego hacia un árbol y hacia una mujer -todo controlado-).
Qué bonito!
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