viernes, junio 22, 2007

Entre conjuros y señales de ida y vuelta



Hoy ya es 22 de junio. Día esperado en la agenda para disfrutar de un prometedor desmadre nocturno que comenzará con la luz del atardecer, para seguir gozando con luces, cámaras, gentío, música, y ¿tequila? ... noooo!! mejor coco.

Pero casualmente también es un día para echar la vista atrás. Nada más y nada menos que un mes atrás. Un mes es poco, pero esta vez es mucho porque tantitas cosas han cambiado. Muchas de esas cosas cotidianas ya se fueron. Algunas se pueden extrañar, otras ya hacía tiempo que no existían pero nadie se quería dar cuenta. Y hubo que eliminarlas porque se perdieron las oportunidades de reciclaje.

A veces un cambio tan fuerte es sólo cuestión de la tierra que pisas con los mismos pies, que te hacen ver y sentir de forma diferente. Y ni tú misma lo sabías, y eres la primera en sorprenderte, en asimilarlo, en aceptarlo, en enfrentarlo, en sentirlo, en vivirlo.

Todo pasa tan fugaz. Eso que parecía tan lejano llegó y se fue, o se quedó teniendo que irse. Pero lo mejor es haberlo vivido y recordarlo para seguir con otros sueños. Y darte cuenta que sabiendo aprovechar las oportunidades del destino y la sabiduría del tiempo se puede sentir divino. Y seguir con los ojos abiertos para no perderse ni las estrellas ni los amaneceres.

Por eso estoy percibiendo más que nunca cómo los ciclos de la vida empiezan y acaban, cómo cierran puertas y abren ventanales. Y cómo, cuando menos te lo esperas, te vuelven a sorprender.

Lo que veías muy lejano lo pudiste tocar con las manos una y otra vez. Lo que parecía imposible lo pudiste contemplar en vivo. Y lo menos imaginable te traspasó la piel.

Y regresé con huellas tatuadas en las dos orillas. Me esperaban quienes me habían despedido extrañando mi regreso. Hubo un ser que se fue para siempre, y que desde entonces es un eterno pasajero que ha dejado un hueco notable. Me encontré con realidades aparentemente iguales, y con otras tan distintas. Algunos espacios esperaron mi presencia para darles agua y luz renovadas cada mañana. Otras manías desaparecieron atreviéndose a jugar al despite. Pero sentí que los latidos ya no caminan al mismo ritmo. Nacieron otras percepciones, cambiaron ciertos significados. El tiempo se pudo parar. Las horas más veloces abrumaron a mi azúcar, mi color, mi sangre, mi día a día, mi corazón.

Así que después de toda esta otra realidad... Descubrí que existen los conjuros, y funcionan. Se cumplieron objetivos y deseos, me deslumbró el resplandor de las sorpresas, y brotaron más ilusiones y sueños. Seguimos en la lucha, con más fuerza y sensibilidad. Y seguiremos al menos por 100 días más para sentirse más vivos.

Marthazul, verano 2007.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ni el azul ultramar, ni el azul cerúleo,ni el azul cobalto... el azul ...

elizabeth ross dijo...

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