Pancho (24 febrero 2020 - 19 junio 2024)
Casi por magia divina, me demostró que había aprendido a ser un sensor de glucemias peludo y con pompón, porque desde entonces, las veces que tenía algún desajuste glucémico nocturno, era él quien me despertaba para que me revisara el azúcar, dando saltos o regalándome besitos.
Tiempo después adoptamos a Eida (abril 2022), porque lo más recomendable es que los conejos vivan con otrx conejo del sexo opuesto siempre mejor castradxs. Mientras tanto, Augusto y yo, fuimos su manada.
Con Eida la socialización fue muy rápida y llevadera, pasaron más de 2 años juntos literalmente. Eida siempre fue muy respetuosa y buena cuidadora cuando él estaba malito. Se querían mucho, eran inseparables. Pero los últimos meses, Pancho se enfermaba muy a menudo. Siempre lo fuimos salvando, sobre todo gracias al pintor de la casa que tiene muy buena mano como enfermero cuidador. Siempre muy pendientes de él, tanto si salíamos unas horas, como para organizarnos y salir por separado, para que nunca-nunca se quedase solo por mucho tiempo. Siempre observándolo, fueran las 3 de la madrugada, las 8 de la mañana o las 7 de la tarde.
Hace justo una semana nos regaló varios saltos a la cama con acrobacias fugaces llenas de felicidad, siempre con sus hebras de heno pegadas al cuerpo. Nos reímos muchísimo, y empezamos el día sonriendo, quizá para compensar lo que nos esperaba. Esa misma tarde Pancho no quiso merendar. Jarabe, doble pinchazo, papilla, y nada. El miércoles 19 lo llevamos con el veterinario a la clínica San Miguel de Vilagarcía. Decidió que lo dejásemos ingresado toda su jornada. Lo intentó todo, pero cuando llegamos estaba sondado y muy débil. Aún así tuvo energía para al vernos y escucharnos, abrir más los ojillos y girar la cabeza hacia nuestras voces.
Regresamos con él, no se tenía en pie. Decidí envolverlo en su mantita para que mantuviese el calor. Al poco rato, lo vimos estremecerse sacudiendo las patitas, escuchamos su quejido final y así murió en mis piernas lleno de amor, lágrimas y caricias infinitas.
Eligió irse con la primavera, tan intensa como él. Sabía que ahora podía descansar al lado de su querida Libreta, frente a las caléndulas de Laura, cerca del limonero de Loli, el carballo de Cartulino, y todos nuestros árboles que alguna vez fue conociendo en el balcón.
Pancho: GRACIAS por todo el aprendizaje, la complicidad, la paciencia, la constancia, el cariño infinito, los saltos inesperados, los besos sorpresa, tu mirada cómplice. Gracias por darnos los tiempos de ir a talleres, a ferias, a exposiciones, al cine, algún concierto, al bosque, al mar. Gracias por estar a mi ladito siempre que podía pintar. El caballete seguro también extraña los besos que le dabas. Gracias a todas las personas que siempre preguntabais por él, y lo cuidabais en la distancia. Ahora toca cuidar a Eida tan bien como lo hacías tú. Te extrañamos y te querremos siempre.