Se fue el año de pasarme días sin salir de casa por decisión propia, y el de caminar, nadar y abrazar la vida con otra libertad.
El año en que vi morir en brazos a mi alma gemela de 4 patas y pompón; el año en que las lágrimas se convirtieron en semillas, que serán charcos, árboles o calamares vivos.
Se
fue el año de engaños crudos, decepciones desenfocadas, y fugaces promesas incumplidas. Pero también se fue el año de las amistades nuevas
y el de las resurgidas y tan cuidadas por una complicidad de ley.
El
año de intentar aprender a pintar mis rayas mientras unos lienzos
esperan en blanco, después de que otros los haya podido llenar de agridulces
áureas con renovados azules.
El año de comenzar, por fin, a hacer composta, con los residuos orgánicos vegetales, y con la intención de hacer lo mismo con algunos recuerdos y heridas que sigo sin saber a qué contenedor les corresponde ir para su óptimo reciclaje.
El año de bañarme en un prado de margaritas, el de descubrir cómo los líos pueden crecer como lirios creyendo jugar a la locura.
El año de detenerme a reflexionar más y mejor, el de la paciencia infinita socializando entre paredes con un par de duendes peludos.
El año de desaparecerme en algunos muros virtuales y el de escribir incontables cuadernos de papel reciclado.
El año de cambiar de la exótica luna viajera a la milpa de mi corazón.
El año de negarme a ser un número para todo, el de poder decidir y esperar, el de dejarme llevar e intentar dejar ir... Intentar.
El año de volver a ir sola a un concierto, y sentir la música en directo a flor de piel.
El
año de la improvisación y las sorpresas bien
disfrutadas, el de saber cómo saborear las pequeñas oportunidades que se convirtieron en grandes, aunque después me las hayan arrebatado de las manos, girándome la cara, e hiriéndome más allá del alma.
¿Y
ahora? Sigo pinchándome los dedos, la cadera y el corazón traqueteado,
observando cómo hablan los árboles, siempre respetando su timidez, y cómo resisten las margaritas con los cambios de
las mareas.
Me quedaré cuidando a Pancho. Buscando
mi Everest o mi Lobeira para poder encontrarme, pero sin dejar de ser yo. Sin dejar
de fotografiar instantes y escribir lo que siento. Confiando en equilibrar las glucemias y retomar los pinceles para pintar flores y lunas de colores.
Marthazul, enero 2022.
Collage de instantes inolvidables (Marthazul 2021).
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